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«LA VIDA DE ADÈLE: UN VIAJE EMOCIONAL»
En el año 2013, la película La vida de Adèle, adaptación libre de la novela gráfica El azul es un color cálido de Julie Maroh, triunfaba en el Festival de Cannes, donde ganó la Palma de Oro, máximo galardón del certamen y el premio más prestigioso del panorama cinematográfico. Asimismo, las protagonistas de la cinta dirigida por Abdellatif Kechiche (Cuscús, 2007), Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, obtuvieron una Palma de Oro especial (no olvidemos que actualmente no está permitido que una misma película sea galardonada con la Palma de Oro y el premio a mejor interpretación). Además, La vida de Adèle se llevó el premio FIPRESCI en el festival galo. Y es que la película que nos ocupa no merece menos elogios, pues estamos ante una propuesta natural y elegante excelentemente dirigida por Kechiche y protagonizada de manera brillante por Exarchopoulos y Seydoux, que ponen toda la carne en el asador (nunca mejor dicho), dejándonos un film muy difícil de olvidar donde la pasión y el dolor son los auténticos protagonistas.
PASIÓN Y DOLOR
Ante todo, La vida de Adèle es un viaje emocional, el viaje emocional de una chica de diecisiete años llamada Adèle (Clementine en el material original) que, a lo largo del film, aprenderá a conocerse a sí misma y a comprender qué está sucediendo en su (a priori) indescifrable mente y su inescrutable cuerpo.
Desde los primeros compases del metraje, los guionistas Abdellatif Kechiche y Ghalia Lacroix nos dejan algunas pistas del carácter y la personalidad de Adèle. Lo primero que vemos es una puerta abriéndose. De su interior, sale la joven, que se apresura para coger el autobús destino a su escuela. A pocos metros de la puerta se encuentra una valla, tal vez una metáfora de las barreras internas de Adèle, y, pocos segundos después, vemos a la joven durmiendo en el bus, lo que podríamos identificar como un paralelismo con la situación vital del personaje interpretado por Exarchopoulos.
Una vez en el liceo, una compañera de Adèle recita un poema llamado Soy mujer, que trata los temas del amor, el deseo y el dolor, lo que sirve de preludio a la historia que nos va a contar Kechiche en su galardonada cinta. Entonces, el profesor y sus alumnos hablan de las relaciones sentimentales, de si uno se lleva algo más o algo menos en el corazón cuando una relación llega a su fin, de la predestinación en los encuentros (algo que vaticina el relato romántico de Adèle y Emma).
En los primeros cuarenta minutos, Adèle no dejará de sufrir por amor: conocerá a un chico, mantendrá relaciones con él, pero su mente se encontrará ausente durante el tiempo que su relación dure, pues no dejará de pensar en aquella chica de pelo azul con la que se cruzó en el momento más inesperado. Algo ocurre en su interior, pero no puede comprenderlo: ¿Por qué ha soñado con aquella chica? ¿Por qué no disfruta del sexo con su atractivo novio? Algo no va acorde a las normas convencionales establecidas por la sociedad. “Siento que estoy fingiendo. Soy yo a la que le falta algo. Te juro que estoy enferma”.- le dice a su amigo del liceo. No entiende las señales que le está mandando su cuerpo; todo es nuevo para la joven. El encuentro con Emma, a la que sólo ha visto una vez durante unos escasos segundos (abrazada a otra chica) supone el primer punto de inflexión para Adèle, es el click emocional que trastoca su día a día y perturba su paz interior.
Como es de esperar, Adèle no tarda en romper con su novio. En esta escena, vemos uno de los símbolos recurrentes que usa Kechiche durante el film: el banco, lugar que veremos en cada momento clave de la vida amorosa del personaje principal del film. Aquí vemos romper su relación con su primera pareja, aquí veremos el primer beso de Emma a Adèle y aquí veremos a la joven tumbada al finalizar su vínculo con Emma.
Una vez rota la relación con su novio, y tras estar coqueteando con una de sus íntimas amigas, ésta le besa en los labios. Se trata del primer acercamiento pasional con alguien del mismo género. Estamos ante el segundo click emocional de la chica. “Estás en la luna, Adèle”.- le dice su madre mientras comen. Nuevamente, vemos a Adèle ausente. ¿Por qué le ha gustado el beso de su amiga de toda la vida? ¿Por qué ha decidido dar rienda suelta a la pasión y no ha frenado el frenesí de su compañera? ¿Por qué ha sentido más con la chica que con su primera pareja? Muchas cuestiones asaltan su mente y ninguna respuesta encuentra en su haber.
Al día siguiente, Adèle se lanza a besar a su amiga. Está decidida a asumir que puede sentirse atraída por una mujer. Pero su amiga la rechaza, diciéndole que lo que ocurrió el día anterior sólo fue un impulso. Adèle rompe a llorar; su valentía no ha obtenido premio alguno. Ahora que por fin ha conseguido poner en orden sus sentimientos, la vida le vuelve a golpear: el único atisbo de esperanza que ha encontrado se desvanece.
Pero Adèle experimentará en sus propias carnes la predestinación de la que hablaba su profesor: para aliviar el dolor de la joven, su amigo le invita a un bar frecuentado por gays. Ahí se volverá a encontrar con Emma e iniciará una conversación con ella. El personaje encarnado por Exarchopoulos le dice que ha entrado por casualidad; el interpretado por Léa Seydoux le dice que la casualidad no existe. Este mensaje, que dota de significado a la primera escena en el liceo, es refrendada por las palabras de un hombre que se encuentra en el bar: “El amor no tiene género, elige a quien te quiera”. Este diálogo, que no deja de ser un deus ex machina insertado en el guion para el devenir de la historia, es el impulso definitivo para la autoaceptación de Adèle.
Tras esta aceptación de la realidad y de sus sentimientos, el viaje vital y emocional de Adèle está aún lejos de encontrar la calma. Al día siguiente, sus amigas, que se han enterado de la visita de la protagonista del film al bar gay mencionado, empiezan a atacarla, a insultarla por ser lesbiana. Adèle, que en su fuero interno sabe que siente algo especial por Emma, niega que sea lesbiana (tal vez porque en realidad niega ceñirse a una etiqueta, porque es bisexual o porque aún no termina de aceptar por completo su atracción por la chica de pelo azul con la que habló la noche anterior). Adèle, como tantos y tantos jóvenes a día de hoy, sufre la homofobia, un obstáculo muy común que deberá esquivar en su camino a la felicidad.
Minutos más tarde, Adèle se vuelve a encontrar con Emma, esta vez en un banco (como hemos dicho antes, elemento que el director de Vénus noire utiliza para abrir o cerrar una etapa emocional importante en la vida del personaje principal). Comienzan a hablar de temas existenciales; la filosofía, uno de los temas más recurrentes en el film, adopta un protagonismo en sus diálogos al mismo tiempo que sirve para definir a Emma y su personalidad: “Debes leer El existencialismo es un humanismo. Sartre tiene un principio: La existencia precede a la esencia. Desde que nacemos, existimos y enseguida nos definimos por nuestros actos. Eso nos da una gran responsabilidad”. A través de estas palabras, sabemos que Emma le da mucha importancia a los actos, que son los que, según Sartre, define la naturaleza humana, y nos da pistas sobre el comportamiento que adoptará la joven de pelo azul estudiante de Bellas Artes cuando su relación con Adèle sufra un revés. Además, esta escena, que culmina la primera hora de cinta, finaliza con el primer beso de Emma a Adèle (en la mejilla).
Unas escenas después, donde se incluyen otras metáforas en las aulas del liceo de Adèle (vicio intrínseco al agua) o una llamada telefónica entre las protagonistas, las dos jóvenes se vuelven a encontrar en el banco, donde surge la piedra definitiva que dará lugar a la construcción de una relación más íntima y pasional entre las protagonistas, que se muestra en todo su esplendor en la famosa escena erótica, tan justificada a la hora de mostrar el carácter ardiente de los personajes y su relación como criticada por una parte de la comunidad LGTBI por estar alejada a la realidad y más apegada a las películas de cine porno que al drama romántico. No deja de resultar frustrante que para muchos espectadores, La vida de Adèle quede simplificada en esta y otras dos escenas explícitas de corte erótico, pues este grandioso film es mucho más que eso. En el apartado actoral, Exarchopoulos y Seydoux confieren a sus personajes multitud de matices que los hacen totalmente creíbles (pese a todas las “casualidades” que tiene el guion- aunque Emma diga que no existen-), dándoles cada una la personalidad que requieren Emma y Adèle: la primera, segura y experimentada; la segunda, despreocupada pero curiosa. En cuanto a la dirección, Kechiche opta por llenar su film de primeros planos para resaltar los sentimientos transmitidos por las actrices desde una fotografía natural sin perder la elegancia.
Una vez finalizado este pequeño paréntesis, necesario para poner en valor el gran trabajo del equipo artístico y técnico del film que nos atañe, debemos continuar con el tortuoso viaje de Adèle. Y es que la joven francesa tampoco puede huir de otra de las escenas prototípicas de la faz más machista y homófoba de la sociedad en que vivimos: En una cena en la que comen Emma y Adèle con los padres de esta, la madre de Adèle le pregunta a Emma por su novio. Ella le dice que trabaja en bolsa, a lo que la madre de Adèle le responde que tiene mucha suerte, puesto que un hombre que trabaja en bolsa le dará la tranquilidad necesaria para que ella pueda hacer sus dibujos. A Emma, evidentemente, se le nota incómoda, no tanto por el machismo que exhalan las palabras de la mujer sino por la necesidad de mentir (en contraste a la naturalidad con la que Emma presenta a Adèle a sus padres). Podemos decir que esta escena representa el inicio del desgaste de la relación de las chicas, un desgaste que se evidencia cuando, pasado un tiempo, en una fiesta, Emma tontea con una amiga y Adèle hace lo mismo con un chico recién conocido. A partir de aquí, las mentiras y las traiciones fisuran una relación que mantiene la llama más allá de la ruptura.
El desenlace del film, que difiere bastante al de la novela gráfica (que el título de la película se llame La vida de Adèle Capítulos 1 y 2 pudiera indicar que en la mente de Abdellatif Kechiche estaba continuar la historia en una secuela), puede tener diversas lecturas, pero ninguna de ellas aparecerá aquí para no caer en spoilers innecesarios. Sólo queda decir que, en definitiva, La vida de Adèle es, sobre todos los temas filosóficos y artísticos que trata, una necesaria e inolvidable historia de amor y desamor, un relato humano, físico y emocional donde la pasión prevalece en el tiempo y en el espacio, en el amor y en el dolor.
«MICHAEL HANEKE»: «SUS 5 CLAVES»
Michael Haneke siempre se ha caracterizado por abarcar temas delicados en su filmografía. Guste más o menos su estilo, sus obras siempre generan un debate al salir de la proyección. De padre alemán y madre austriaca, Haneke tiene varias claves que le dan un significado a su cine. Aquí las 5 claves más características del director:
1. Glaciación: el inicio de todo, la trilogía de la glaciación emocional. Donde presenciamos el sello más puro y personal del cineasta para abarcar temas sociales. Desde el Séptimo Continente, con una familia apartada del resto y rota psicológicamente…Pasando por El Vídeo de Benny, donde un chico obsesivo se convierte en algo temible, en un mundo que no conoce su verdadero rostro. Finalmente, 71 Fragmentos, la más humana de las tres, con personas que buscan un escape que les aleje del resto…Y de la realidad.
2. Jugar con el espectador: este factor ya es habitual en Haneke, pero en Funny Games lo lleva a límites muy altos. Una familia que ve cómo asaltan sus vidas, con mucha crueldad y sin miramientos…El que haya vivido la película del 97 sabrá a lo que me refiero cuando digo «jugar con el espectador». Haneke se las apaña muy bien para romper los esquemas, alejarse de estereotipos y hacer reflexionar al espectador.
3. El sonido urbano: hay dos películas que brindan este factor en dos momentos clave: Código Desconocido y Happy End. La del 2000 marca con silencios de Juliette Binoche y el sonido del metro el rompedor mensaje social que quiere transmitir el director…Todo ello mientras presenciamos un plano fijo e incómodo. Happy End lo hace similar, aunque no de forma tan poderosa. Lo vivimos en una acera de una calle cualquiera, donde un hombre mayor de alta clase conversa con personas de nivel económico más bajo…Ahí lidera el sonido urbano, sobran los diálogos.
4. Las relaciones extremas: La Pianista y Amor, Amor y La Pianista…En la del 2001 el director nos adentra en una perturbadora relación que a cada paso que da, se va hirviendo más hasta estallar en una constante de emociones que forman una de las películas más incómodas del siglo. Amor también cuenta con una relación extrema, pero vinculada de manera más humana y esperanzadora. En este caso, vínculo matrimonial que por diversos patrones irá cogiendo sombras en un relato de apariencia entrañable.
5. Supervivencia: tal vez la obra menor y peor considerada del director, pero El Tiempo del Lobo es tan esperanzadora como cruda…Con un fuerte mensaje social en un mundo roto y vacío. Siendo algo más flojo viniendo de Haneke, deja un fuerte calado en el espectador cuando presencias lo que vive esa humanidad…La supervivencia por subsistir. La Cinta Blanca también tiene este factor en gran parte de su mensaje. Una época durísima en Alemania, donde terribles sucesos harán remover al espectador y personajes del relato. Tal es así, que a cada paso que da la película, presenciamos uno de los actos más duros y humanos por sobrevivir. No sabemos a ciencia cierta en ningún momento lo que pueden vivir tanto los adultos como los niños…En una fecha tan señalada como oscura.
@Seba_roar_